miércoles, 25 de mayo de 2011

Cambio Climatico.Impacto En España

El cambio climático acorrala a la fauna y flora españolas 

La semana pasada la revista «Nature» publicó un estudio en el que afirmaba que la amenaza de la sexta gran extinción ya está aquí, basándose en los datos del ritmo actual de destrucción de especies que, de continuar así, llevaría a nuestro planeta a perder las tres cuartas partes de las especies que hoy lo pueblan en unos cuantos siglos. España, país de mayor biodiversidad de Europa, con el 50% de la flora y fauna presente en el continente, no escapará a esta crisis. Un estudio pionero en nuestro país pone ahora cifras y nombres propios a los impactos y la vulnerabilidad que los cambios en las condiciones climáticas supondrán para las especies que viven en la Península.

El estudio, elaborado por científicos del CSIC y la Universidad de Extremadura y promovido por el Ministerio de Medio Ambiente, analiza dónde está en este momento cada una de las especies de flora y fauna y a partir de los datos climáticos y escenarios futuros que elabora la Agencia Estatal de Meteorología aporta modelos de cómo será la distribución potencial de esas especies en este siglo.
Así, por ejemplo, y por citar una de las especies «bandera» de nuestra fauna, el oso pardo, del que actualmente sobreviven en España dos poblaciones —la pirenaica, ya virtualmente extinta y que se ha reforzado con osos centroeuropeos, y la cantábrica— verá cómo en el último tercio de este siglo desaparecen por completo las condiciones climáticas idóneas para su supervivencia, según el investigador del CSIC Miguel Araújo, principal autor del trabajo de fauna.
Éxodo hacia el Norte
Puede decirse, como ya se apuntó en la Evaluación preliminar de los impactos en España por efecto del cambio climático, realizada en 2005, que nuestro territorio se verá afectado por un movimiento de las condiciones climáticas de Sur a Norte, de tal forma que el clima de la mitad meridional de la Península se «africaniza». Esto conlleva la consiguiente migración de especies, ya sea en latitud o en altitud. Por eso, el oso pardo lo tiene más difícil, pero, en cambio, el lince ibérico, verá cómo crece su área de distribución hacia el Norte, lo mismo que el sapo común, según Esteban Manrique, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
Este patrón de pérdida de condiciones óptimas para albergar especies, más intenso en la mitad meridional y menos en la septentrional, también afectará a las especies forestales. Así, según explica el investigador Ángel Felicísimo, de la Universidad de Extremadura, en esa distribución futura el alcornoque podría desaparecer de Extremadura y encontrar un sitio en la Galicia continentalizada. Y es que, en general, los lugares que mantendrán unas condiciones climáticas con capacidad relativamente alta de albergar especies son algunas zonas del Norte de Castilla y León, Asturias y Cantabria, principalmente.
Sin condiciones óptimas
Lo que queda claro en este estudio es que se reducirá el territorio con clima adecuado para casi todas las especies analizadas (unas 300 especies de vertebrados, 145 especies de flora amenazada y 75 especies forestales y arbustivas). Así, el 85% de los anfibios, el 67% de los reptiles y mamíferos y el 63% de las aves, podrían ver reducida en más de un 30% la superficie de territorio con condiciones climáticas favorables a partir de 2070 con respecto al momento actual. La reducción de su hábitat óptimo afectará al 20% de las especies forestales, siendo muy preocupante la situación para el pinsapo, el abeto común, la encina, el roble albar y el alcornoque. Para las especies de flora amenazada se estima que la mitad podrían pasar a situación crítica a medio plazo.
Los modelos no consideran la capacidad adaptativa de las especies, pero aún así, no se puede dejar todo en sus manos. Se trata de «paliar los efectos», como aseguró la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera. Por eso, el estudio propone medidas de adaptación para ayudarlas en esta tarea. Entre éstas se propone la declaración de nuevas áreas protegidas, la creación de corredores ecológicos, la conservación de germoplasma y la cría en cautividad de las más amenazadas y la creación de una «lista naranja» con especies no amenazadas actualmente, pero que pudiesen llegar a estarlo en unos años.

 

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